domingo, 1 de febrero de 2015

Mi abuela

Mi abuela enrolla el hilo en sus bolillos con aparente actitud de no estar haciendo nada extraordinario. Agarra, con la mano izquierda, el cordel eterno; con la derecha sujeta la maderita frágil que sus dedos rechonchos van girando con inteligente pericia. De sus ojos absortos en la artesanía inconsciente no surge ningún pensamiento. 

Desde hace tiempo, mi abuela aparenta quince años menos de los que va sumando; cuando enrolla bolillos, su edad retrocede aún más, hasta la infancia, y parece una niña rebelada en un cuerpo octogenario.

Creo que es imposible que mi abuela se muera. No obstante, cuando se acatarra o coge la gripe en invierno, y me la imagino sola en su cama sobredimensionada y fría, me acobarda la idea de una partida que siempre me parecerá precoz. No imagino el deterioro físico de mi abuela, que recibió en su último cumpleaños una bicicleta nueva que fue noticia en el pueblo, así como se me hace extraña la idea del decaimiento de su mente; mi abuela cumple al pie de la letra el concepto de sabiduría, según el cual la vejez contribuye al asentamiento de las conclusiones empíricas. Mi abuela es una sabia no reconocida, una mujer que de haber estudiado más allá de la escuela, quizás habría escrito sobre filosofía práctica o habría sido pionera en el estudio de las relaciones humanas. 

Ver a mi abuela enrollando bolillos me hace pensar en la memoria de su generación, y en la de las precedentes, y en la de las que la seguirán, y que se han perdido antes de desaparecer entre las bambalinas de la Historia. La Tierra sustituye a sus habitantes con impía repetición. Los que hoy son bebés serán los moribundos de 2095. Los sabios de 2015 fueron antiguamente los niños inexpertos y olvidados por unos padres que lo sabían todo, y cuya edad superarían sus hijos con inexorable destino. Todas esas vidas serán enterradas bajo el cieno que irán acumulando sin saberlo, y ni el más avezado biógrafo será capaz de reproducirlas con la misma objetividad de la que, por otra parte, nunca disfrutaron sus protagonistas.


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